jueves, 10 de mayo de 2007

Motörhead en el Luna Park – Viernes 4 de mayo

Otro día perfecto
Por Lucas.

Un baterista que golpea a toda velocidad al instante en que revolea sus palillos por el aire, un guitarrista joven con ganas de destrozar su instrumento y un cantante con voz ronca y que además toca su bajo con la fuerza como si fuera una guitarra son los elementos necesarios para hacer Metal. El viernes por la noche, Motörhead demostró que el paso del tiempo no les afecta; sino que todo lo contrario, como el vino y Gardel, cada día lo hacen mejor.
Con la antesala de un sobrio show de Tristemente Célebres y la potente y perfecta actuación de O’Connor, que dejó el ambiente bien caliente, Lemmy Kilmister irrumpía en escena para dar comienzo el recital que los trajo a la Argentina durante la gira de presentación de Kiss of Death.
"Por si no lo saben, somos Motörhead", anunciaba Lemmy –acompañado por Phil Campbell en guitarra y Mikkey Dee en batería- mientras sonaban los primeros acordes que ya hacían levantar las manos de todos los que llenaron el mítico estadio con el clásico signo de los cuernitos que alguna vez impuso otro metalero, Ronnie James Dio.
Pese a que estaba anunciado sólo 60 minutos de show, Motörhead tocó casi dos horas. La lista de temas incluyó clásicos de sus 32 años de carrera como "Iron fist", "In the name of tragedy", "Another perfect day" y "Rock ‘N’ Roll". Las más coreadas fueron "Ace of Spades", "Born to raise hell" y "We are Motörhead", que una hora antes había sido cantaba por O’Connor. Para poner un poco de calma, Lemmy tomó la armónica e interpretó "Whorehouse Blues", para demostrar que también pueden salir del metal para sumergirse en otros ritmos –a Kilmister nunca le gustó el mote de banda metalera, siempre dijo que son un grupo que hace rock and roll-.
Por su parte, Campbell y Dee también tuvieron la aprobación del público cuando el guitarrista se despachó con un punteo ensordecedor en "Killed by death" y cuando el baterista se mandó un solo (a lo John Bonham) durante "Sacrifice".
Con el final del show, las luces se prenden y la gente comienza a desalojar tranquilamente el estadio. Después de varios años sin tocar en nuestro país, Motörhead demostró que, al igual que los Ramones (banda a la que ellos telonearon en Vélez), tiene ganado su lugar en el fanatismo argentino.

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