El
último fin de semana me tocó vivir una de esas situaciones que muchos queremos
evitar: una reunión en parejas. Con la salvedad de que yo no pertenecía a
ninguna de las parejas presentes. Afortunadamente, desde hace tiempo mantengo
mi soltería con una plena felicidad, y esta idea se reconfirmó gracias a dicho
evento.
Para
visualizar la escena con facilidad, paso a detallar que el lugar en cuestión
era un living de una casa donde allí nos encontrábamos 2 parejas, 2 amigos (que
fácilmente podían ser confundidos como novios) y quien aquí narra la historia.
Las
charlas eran variadas: intimidades, ridiculeces, momentos gratos y tiernos, y
las infaltables discusiones derivadas en peleas. A veces en broma y otras
exageradamente en serio.
Pensar
en el sólo hecho de tener que contar todo el tiempo sin parar qué es lo que
hago con una pareja con quien convivo me produce un rechazo enorme y una
renovada felicidad por estar soltero. Escuchar a 2 parejas hablar sólo de lo
que su compañero de vida hace u ocupa su tiempo, me produce ganas de correr
para cualquier lado cual Forrest Gump.
Es
sabido e inevitable que en algún momento una de las peleas se pasa de rosca con
los comentarios agresivos, que al principio causan gracia pero luego se tornan
en facturas pendientes o indirectas bastante directas. ¿En qué momento de la
noche ocurre esto? Simple, cuando alguien propone jugar a algo. Competencia,
desafíos, rivalidad, ganador, perdedor. Son palabras que no deben figurar en un
manual para parejas. Para que exista paz entre dos o más personas esas palabras
tienen que ser evitadas.
Sin
embargo, la idea de ponerse a competir parece que es atractiva para todo ser
humano y puede aparecer en varias formas: dígalo con mímica, adivinar el
dibujo, un karaoke o, en el caso de mi noche especial, el TEG.
Ese
lindo jueguito en el que hay que conquistar el mundo. Uno tarda años en
conquistar a una persona, mucho más tarda en conquistar el mundo creado con esa
pareja y sin embargo se lanza a la aventura de conquistar al mundo entero.
Durante
la “competencia” una de las parejas aprovechó para pasarse facturas y mirarse
con cara de “en casa vamos a hablar seriamente”. Es probable que el enojo quede
ahí y pase al olvido. Ese seria el mejor de los casos. Pero la verdad que no me
importa, ya que mi feliz soltería hace que no me preocupe demasiado el destino amoroso
de otros.
Una
noche rodeado de parejas es suficiente para que mi cabeza vuelva a ubicarse en
su feliz soledad.
Como
pensé mucho en parejas, y en lo alejado que hoy (a punto de cumplir 30 años) me
encuentro de esa situación, me puse a pensar también en parejas en el rock. Aquellas
que sí funcionaron pese a las adversidades. Pienso
en John y Yoko, en Linda y Paul y en Johnny
Cash y June Carter. Una historia de amor de película.
Y
quizás la excusa de todo lo anteriormente expuesto sea simplemente llegar al
momento musical con el video de este legendario cantante al que vengo
escuchando demasiado últimamente.
Aquí,
Cash y June cantan un tema de Bob Dylan que justamente refiere a un hombre que
le confiesa a una mujer no ser la persona que ella busca.
1 comentario:
Lo bien que haces de quedarte soltero!!!
Saludos!!!
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