miércoles, 13 de diciembre de 2006

On an island: el nuevo disco de David Gilmour


Desearía que estuvieras aquí
Por Lucas Seoane.

Si bien David Gilmour afirma que Pink Floyd no volverá a juntarse, en On an island el guitarrista rememora la época en que tocaba junto a Richard Wright, Nick Mason y Roger Waters.
Pese a la estupenda calidad con la que Gilmour toca su guitarra, el disco no se diferencia demasiado a lo que hacía con Pink Floyd. De hecho, algunas canciones tienen un sonido bastante similar a clásicos como Dark side of the moon (1973) y Wish you were here (1975).
En este álbum –editado por EMI y producido por Chris Thomas y por el ex guitarrista de Roxy Music, Phil Manzanera-, Gilmour demuestra una vez más que no sólo es un virtuoso con las cuerdas sino que también, con la ayuda de su mujer Polly Samson, tiene capacidad poética y mucho sentimentalismo a la hora de escribir. El guitarrista relata los cambios de humor de un hombre en un lugar donde el paisaje y todo lo que lo rodea es magnífico, pero que se siente solo y busca la compañía de otra persona, que recién llega en la última canción.
Para los coros que acompañan al primer corte de difusión, On an island, Gilmour cuenta nada más y nada menos que con la participación de David Crosby y de Graham Nash; además del ex Pink Floyd, Richard Wright, en teclados.
Dos picos altos son las rockeras Take a breath y This heaven, donde Gilmour toca en forma más cruda y pesada. En la primera, la batería y la guitarra marcan un ritmo constante que hace recordar a Kashmir de Led Zeppelin. En la pegadiza This heaven el guitarrista se despacha con un solo bastante similar al de Wish you were here.
También hay tiempo para canciones más tranquilas como The blue, A pocketful of stones y Smile. En esta última, que será el próximo corte de difusión, Gilmour aparece con una guitarra slide, lo que hace que sea un blues demasiado relajante y, hasta por momentos, monótono.
La placa cuenta con tres canciones instrumentales interesantes. Castellorizon abre el disco con efectos de sonido muy variados: barcos, oleajes, campanas, viento y aves tratan de recrear el hermoso paisaje al que el guitarrista describe. Los primeros riffs se hacen esperar y recién llegan a los dos minutos, y se asemejan demasiado a la fineza con la que Gilmour tocaba la segunda parte de Shine on you crazy diamond –del disco Wish you were here- y a la fuerza repentina con la que empezaba Atom heart mother (1970).
En este tercer álbum como solista –los anteriores son David Gilmour, en 1978; y About face, en 1984– el ex Pink Floyd se anima a tocar el saxo en Red sky at night y no lo hace nada mal. Then i close my eyes mantiene un sonido parecido al de Us and them (Dark side of the moon) y comienza con Gilmour tocando un shamisén (guitarra japonesa) y termina con la participación de Robert Wyatt en trompeta.
En la última canción, Where we start, Gilmour parece dejar en claro que seguirá repitiéndose, cuando canta “Where we start is where we end” (Donde empezamos es donde terminamos). Aquellos que ansían el regreso de Pink Floyd quizás puedan conformarse con este disco.

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